Aunque el cacao influyó necesariamente sobre la vida económica ecuatoriana en general, el incremento de sus exportaciones condujo, no cabe duda, a una mayor especialización económica regional. Mientras en la costa la economía se orientó fundamentalmente a su producción y exportación, en la sierra (centro-norte y sierra-sur) la hacienda continuó siendo la forma productiva predominante. Ambas regiones presentaban rasgos económicos singulares, ya que la producción hacendataria del centro sirvió fundamentalmente para abastecer las necesidades del mercado interno, en cambio, el sur logró en algo articular su economía al mercado internacional, a través de la exportación de productos artesanales como los sombreros de paja toquilla y la tagua. Estas diferencias muestran que el país coexistían economías que generaron un desarrollo dispar al interior del mismo.
Bajo estas circunstancias, las diferencias entre las élites regionales se polarizaron. Mientras la oligarquía costeña buscaba asegurar condiciones propias para su articulación con el mercado internacional, los terratenientes serranos intentaban mantener el predominio hegemónico de la hacienda e impulsar la incipiente rama artesanal que exigía que desde el Estado se establezcan políticas proteccionistas, al mismo tiempo que luchaban por mantener el control de la fuerza de trabajo, en un momento en que gran cantidad de campesinos serranos, huyendo de la sujeción a la hacienda, emigraban hacia el litoral a enrolarse como fuerza de trabajo en las plantaciones cacaoteras.
En estas condiciones, el progresismo favoreció la adecuación de la estructura económica del país a las exigencias de la economía agroexportadora costeña, demandadas no sólo por las élites del litoral, vinculadas a esas actividades, sino por los grandes centros de comercio internacional. En este sentido, el capital inglés, que a lo largo del siglo XIX controló gran parte del comercio exterior ecuatoriano, jugó un papel fundamental. Y es que las empresas financieras inglesas, que se relacionaron con cosas comerciales de Guayaquil, convirtiéndose en agentes intermediarios a través de los cuales se revendía el cacao a los diferentes mercados europeos, obtenían el cacao a los diferentes mercados europeos, obtenían lucrativos beneficios por el concepto de la reventa del producto. El capital inglés estaba entones muy empeñado en que se crearan las condiciones nacionales apropiadas para el desarrollo de esta lucrativa actividad que no sólo reclamaba que los propietarios de las grandes haciendas cacaoteras aumentaron la oferta de productos, frente a la demanda internacional, sino que se creara una estructura vial, comercial y bancaria que facilitara dicho intercambio con el exterior.
Así, frente a las nuevas condiciones económicas nacionales e internacionales, y presionado por el capital inglés, los gobiernos progresistas pusieron en marcha una política económica aperturista y librecambista, que se concretó durante el gobierno de Flores, en la supresión de diezmo, el arreglo de la deuda externa y los contratos del ferrocarril, medidas que no satisficieron los intereses de los terratenientes serranos ni de la Iglesia, que se ubicaron en la oposición, en su afán por detener un proceso que bajo las condiciones nacionales e internacionales imperantes no podía dar marcha atrás.
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